lunes, 18 de octubre de 2010

Alcalá de Guadaíra


Todos buscamos un lugar con el que sentirnos identificados, un lugar cargado de serenidad y paz donde poder respirar y reflexionar tranquilamente…  Quizá, no se puede disponer de un lugar denominado “paraíso” pero sí de bellos parajes que merecen la pena fotografiar y recordarlos para sentirte en pleno estado de sosiego.
Os contaré mi historia y cómo di con un gran lugar que hace sentirme en plena armonía conmigo mismo…
Todo comenzó una tarde como otra cualquiera en la que los fenómenos atmosféricos hacían su acción por medio de la lluvia, creando un verde campo, tan verde que ya con tan sólo verlo te creaba cierta paz interior; ya no sólo era ese verde, sino el sonido del agua recorriendo los riachuelos, los árboles rodeando aquel inmenso pueblo sevillano… Era un gran conjunto de cosas que te transmitía sensaciones verdaderamente pacíficas. Decidí sentarme y ya estaba bien entrada la noche,  me fijé en el cielo. Aun habiendo nubes, se podía ver algunas estrellas difusas ante la espesura de las nubes.
Y entonces fue cuando, sentado, miré al frente y vi un gran paisaje, cargado de belleza y en perfecta armonía… Era un paisaje rural, una mezcla de la naturaleza y la acción del hombre, grandes árboles a la derecha, un campo verde a la izquierda, al frente  un conjunto de casas que estaban, debido a la altura, desigualadas y, un poco a su lado, un puente denominado “el Puente del Dragón”; parecía un paisaje oriental, como si de los paisajes de China se tratara; pero no, me hallaba al sur de España.
Respiré profundamente y me limité a observar ese digno paisaje de ver que traía consigo muchísima paz interior; y fue entonces cuando llegué a la deducción de que por estas pequeñas cosas, merece la pena levantarse cada día, para verlas y estar en armonía y paz con tu alma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario